miércoles, 1 de junio de 2011

La siesta.

acostada en la cama de mi hermana pasé una mano por dentro de mi camisón como queriendome abrazar por dentro. Entre sueños de seis de la tarde, una culpa grandisima por la hora, el día que se me iba. Su cama era un mundo. Mis sueños, violentos, agitados, querian despertarse, gritar. Soñaba con mi tarde, gente adinerada, yo como una exclava de sus deseos, soñaba con mi dolor, rogaba por este mundo que construia a cada segundo y juraba que nunca terminaria. Hasta que desperté. Siempre despierto, el miedo parece remoto, insulso. El mundo no para.

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