En Yala conocí a un hombre con un sombrero.
Flaco, con bigotes y barba larga.
Estaba con sus amigos del barrio tomando vino
y pasando una tarde en el paraíso.
Desde el principio sentí un cariño especial por el.
Su sabiduría, que aun así no pierden la humildad
y esa ternura que les dan los años.
El también sintió algo especial por mi.
Es como si por un instante nuestras barreras- que son muchas-
se hubieran olvidado..
los años, el tiempo, la distancia, las vivencias. todo era nada.
Allí estábamos los dos. El me escuchaba cantar, ya borracho
de vino y risas,
con mi sensibilidad tosca.
El me dijo que tengo que volar. y yo contuve mis lagrimas.
Cuando se fue, nos abrazamos como se hace cuando hay amor.
Nunca mas lo veré, y quizás no habría porque.
El camino se funde en encuentros y desencuentros...
yo te digo, gracias viejo, por haberme mirado a los ojos
y penetrado en mi sentir.
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