jueves, 3 de febrero de 2011

Un barrio oscuro, con aire opresivo. Una esquina, se junta un grupo numeroso de mas de sesenta hombres y mujeres con traje, ellas con pollera larga, ellos con corbata y zapatos, algunos con su biblia bajo el brazo. Nenes, adolescentes, viejos, todos saludandose entre si, casi como si fueran a un acontecimiento memorable. Nosotros bajamos del auto y no entendemos mucho. Entramos al pasillo central y vemos un cartel: Sala A: Herminia perez. 22:30 hs. Sala B: nada. Esa nada significa Oscar, pensé. Un rato despues una chica amiga de mi tia me diria de ir a hablar para que le pongan el nombre, pero nos hechamos atras poco tiempo despues. Entramos, damos unos pasos y mi papá me dice que está muy visible, por nosotras para que no miremos. En la sala, un cuadrado casi perfecto salvo por una pequeña salita al costado, con un sillón y un baño. Habían en los costados bancos hechos de cemento y ladrillo, mi tia llorando con el ceño fruncido, la mirada perdida, mamá al lad. Ludmila, papá y yo las vemos y no sabemos si saludarlas, miramos al rededor, pocas personas, quizas diez, pocos amigos pienso, que paradoja terminar una vida asi. Pienso que quizas ese podria ser mi funeral y tambien empiezo a planear uno mas festivo para no caer en un pozo aun mas hondo. Salimos, mamá me dice que hacia un rato la tía lo sacudió diciendole que se levante, que estaba asustada, que tenía la mirada perdida. Al rato hablamos un rato y parecia distenderse un poco mi tia. En un momento en la sala A empiezan a cantar canciones evangelistas, extrañamente afinadas. En ese momento mi tía se acordó de lo que alguna vez oscar había dicho: que en su funeral quería que se escuche música de iglesia, que "se la corten" y que le repartan una partecita a cada ex. Mi tia lo decía con gracia, la gente que seguía cantando y empezaba a soplar un vientito molesto.
Al rato se habían ido todos los parientes, solo quedabamos nosotros porque mi tía insistía en pasar la noche ahí. Yo ya me veía durmiendo en el sillón. En un momento me agarró el morbo y no pude mas que mirar a lo lejos -no tenía puesto los anteojos por suerte-. Vi el triangulo que formaba su cara, sus bigotes, los hombros. Muy amarillos, pensé. Durante las dos horas que estuve en esa habitación no hice mas que imaginarmelo ahi parado hablando.
Fuimos arriba al baño. Era un pasillo oscuro con montones de puertas y mi sugestión llegó a su punto máximo, una habitación que decía "prohibido pasar". Salimos corriendo. Al rato estabamos volviendo a casa, escuchando Yan tiersen y tratando de olvidar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario